La regeneración marina también debe impulsar prosperidad y mejores oportunidades económicas, según la Fundación Ona Futura

La presidenta de la organización, Inma Farran, ha participado en el foro sobre biotecnología azul y sostenibilidad portuaria celebrado en Alicante

La Fundación Ona Futura, organización privada sin ánimo de lucro centrada en la acción medioambiental, cultural y educativa, ha destacado en el MedBlueTech Summit 2025 la necesidad de que la regeneración marina vaya acompañada de un impacto económico positivo y de más prosperidad económica. Sobre todo, para los actores que la hacen posible (científicos, pescadores, empresas locales, administraciones, etc.) y para las comunidades que viven en la ribera mediterránea, especialmente para aquellas que son más dependientes del mar.

Así lo ha puesto de manifiesto la presidenta de la Fundación, Inma Farran, durante su participación en el foro internacional sobre biotecnología marina y sostenibilidad portuaria celebrado hoy en Alicante.

«Para la Fundación Ona Futura, un proyecto azul no es sostenible si no produce un impacto económico positivo. La regeneración marina tiene que ir acompañada de mejores oportunidades económicas, ya sea a través de pesca sostenible o turismo regenerativo o de formación, empleo local o cadenas de valor asociadas a la ciencia marina. Si el territorio no gana, el proyecto no escala», ha explicado Farran. Y continúa: «Para escalar restauración marina en el Mediterráneo se necesita alinear regulaciones, compartir datos, crear instrumentos financieros compatibles con la innovación y garantizar que la regeneración también genera prosperidad real para las comunidades costeras».

Durante su intervención en la mesa redonda ‘Cooperación Azul entre Europa y el Norte de África’, la presidente de la Fundación Ona Futura ha expresado que, desde la perspectiva empresarial y filantrópica, uno de los grandes desafíos para escalar proyectos azules en distintos países mediterráneos es que el ecosistema nunca está al mismo nivel de madurez institucional, técnica y regulatoria. «Y eso obliga a quienes trabajan en restauración marina a invertir mucho tiempo en traducir normativas, adaptar metodologías y generar confianza en cada territorio», ha compartido.

En este sentido, Farran ha comentado que los retos principales se concentran en cuatro ámbitos. El primero, fragmentación regulatoria, ya que cada país define de forma distinta qué es conservación, restauración o economía azul. Y para una organización que opera con ciencia aplicada y tecnología —desde ODS hasta inteligencia artificial ecológica— esta diversidad dificulta replicar modelos que ya funcionan en otros lugares. El segundo, un acceso desigual a datos y monitorización. «Sin datos fiables no hay restauración real. Pero los protocolos, la disponibilidad y la calidad son muy diferentes entre países, lo que afecta a la capacidad de medir impacto y de atraer inversión», ha explicado Farran.

En tercer lugar, una burocracia lenta y permisos fragmentados, ya que los proyectos marinos requieren autorizaciones ambientales, portuarias y de pesca que a veces tardan años. Y esto supone un freno objetivo a la innovación y a la prueba de conceptos que pueden dar resultados ecológicos en meses. Por último, unos ecosistemas empresariales desiguales. «Hay zonas mediterráneas con tejido científico y tecnológico maduro y otras donde hay que empezar por crear capacidad local. Para la Fundación Ona Futura, esto forma parte de la misión, pero es un desafío añadido», ha dicho la presidenta de la Fundación Ona Futura.

Mecanismos de cooperación público-privada necesarios
Para la Fundación Ona Futura, tres son los mecanismos que pueden marcar la diferencia. El primero, unos modelos estables de cogobernanza. La restauración marina no puede depender de ciclos políticos ni de proyectos piloto, sino que se necesitan mesas estables donde administración, ciencia, empresas y ciudadanía compartan decisiones, responsabilidades y vigilancia. El segundo, una financiación híbrida orientada a resultados. Según ha destacado Farran, los blue impact contracts —que combinan fondos públicos, filantropía y capital privado— permiten escalar restauración de forma seria: arrecifes, fanerógamas, calidad del agua, carbono azul, etc. Así, cuando el retorno está vinculado a indicadores ecológicos verificables, el sistema funciona. Y, por último, plataformas mediterráneas de datos estandarizados. Actualmente, para trabajar en cinco países con el mismo modelo operativo, se necesitan datos comparables, abiertos y trazables. Es la única manera de rebajar costes, acelerar permisos y demostrar valor ecológico y social.

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